(Segundo borrador)
Proyectos sociales
Entre el desarrollo de la vida y la producción de muerte
En una de las últimas reuniones de Institución y Sociedad (*) del curso de 1999, surgió la discusión sobre dos temas: neofascismo y drogadicción como preocupaciones de algunos de los presentes.
Son temas que tienen su propia entidad y remiten a cuestiones que pueden ser diferenciadas por discursos de especialistas que las han tomado como parte de su reflexión, también existen puntos de cruce que vale la pena exponer.
Dejamos con esto de lado las críticas que pueden hacerse a esos discursos, las más de las veces factores de escisión ficcional de la percepción de la realidad y verdaderos obstáculos para el pensamiento de la compleja trama transversal de esa realidad.
Como suele ocurrir, lo primero que surgió fue una calificación de estos fenómenos desde una posición que remite a una positividad de lo social y los ubica en su lado negativo: desvío, desadaptación, transgresión. Lo cual es cierto si nos ubicamos en la perspectiva del discurso político-jurídico dominante que enuncia esas positividades.
El problema estriba en que dichos niveles de discurso toman una parte de la realidad social y escinden otra. Enuncian valores en un lado y niegan otros que anulan los primeros. Enuncian los valores de la libertad, la democracia, la igualdad de los ciudadanos, la necesidad de la ley y el respeto a la misma, entre otros. Pero niegan que esencialmente en el nivel de lo económico-financiero, esos valores no cuentan y son reemplazados por otros que los niegan, hablemos sobre todo del despotismo del capital en sus diversas facetas.
Por otro lado, se ha hablado y se sigue hablando bastante de los efectos negativos, deshumanizadores, injustos y sobre todo destructivos de ese despotismo.
Por supuesto que esto ha venido siendo avalado por la mayoría de las instituciones de formación de los sujetos sociales: familia, escuela e iglesias, aunque no siempre en forma coherente. Respecto de la iglesia es interesante lo que se ha escuchado más de una vez: "El papa tiene un corazón de izquierda y una cabeza de derecha". Idea que se ha corroborado mil veces, una prédica por la justicia, el interés por los pobres y constantes posiciones asumidas en lo institucional, administrativo y en la participación en los juegos del capital que lo ha negado una y otra vez.
En lo expuesto aparece entonces por un lado un sistema social que produce efectos reales, en este caso, daños ala corporalidad individual, de los sujetos sociales, a su pensamiento, al medio natural. Por otro, los discurso que implican una defensa ideológica, que lo justifica o niega ese sentido atribuído por otros, los damnificados o quienes asumen el análisis crítico o se identifican con ellos.
Estos procesos conllevan ficciones, mitos y fetiches que se institucionalizan o comienzan a operar como causa y también una organización institucional material (o con otra materialidad), que domina la relación social (corporal) concreta entre las personas.
En ese sentido puede decirse que el capitalismo produce y reproduce las condiciones materiales cuyo efecto es la plusvalía, las clases y además un universo simbólico, efectuado en los discursos de esas mismas instituciones, a través de sus justificaciones "científicas" o pragmáticas, por parte de economistas o empresarios y por otro lado por las instituciones de formación y constitución ideológica de los sujetos, como la escuela y las iglesias.
En ese sentido, sigue totalmente vigente la hipótesis de Marx sobre el fetichismo como personalización de las mercancías (dinero, capital) y la cosificación o mercantilización de las personas (2).
Cuestiones que son retomadas y replanteadas productivamente en la perspectiva de la relación entre las máquinas sociales y técnicas, los sujetos y el deseo, en la perspectiva de Deleuza y Guattari.
Bien, con relación a estas reflexiones previas, planteamos que el análisis de esos fenómenos sociales que no tome esas contradicciones lleva fatalmente a callejones sin salida.
Por lo tanto planteamos también que si el sistema capitalista está produciendo tanta destrucción de los recursos naturales, de la posibilidad de sobrevivencia digna y lo que es peor de las vidas de tanta gente, allí interviene un un proyecto de muerte que le pertenece por esencia.
Visto en esta perspectiva, un joven neofascista, ¿no puede ser pensado como un sujeto adaptado al costado de ese proyecto social que incluye ese proyecto de muerte?
Creemos que sí, porque por otro lado, el fascismo no ha sido ajeno al devenir del capitalismo. Hoy cualquiera sabe que fue una necesidad, funcional a la crisis del primer cuarto del siglo XX.
Un aspecto de su formulación incluye una serie de binarismos como nación-antinación en el plano político o naturaleza buena (aria)-naturaleza mala por esencia (judío), situada en el cuerpo y en el pensamiento. A este respecto es importante señalar el mito, creado por el discurso dominante, de la exclusivapersecusión a los judíos y el intento de exterminio, que encubre precisamente otro aspecto esencial de esa intención y acción exterminadora que era los opositores políticos, especialmente comunistas, aunque también otros diferentes, sea por su cultura o por sus tendencias personales, como los gitanos y los homosexuales.
En el caso de los comunistas, está claro que no se trataba de ninguna cuestión ligada a los genes, al cuerpo y a sus supuestas degeneraciones, sino puramente de las ideas.
Si el exterminio de los judíos constituye una página siniestra de la historia de occidente y del capitalismo, en la cual se desaparecieron los cuerpos pero se sostuvieron presentes en el discurso, el caso de los opositores y otros lo es más aún porque con ellos se procedió a la desaparición de los cuerpos y a la represión casi total de su presencia en el discurso del occidente democrático.
Respecto del otro problema, el de la drogadicción. Retomamos algunas ideas expuestas en un trabajo que tiene ya casi una década: Democracia, ciudadanía, exclusión (1). En él planteaba que es necesario separar en primer lugar la posibilidad de tratamiento con un drogadicto de la imposibilidad de vencer la drogadicción con fenómeno social, insertado en la estructura de producción e intercambios del sistema.
Decíamos también que la droga, constituída en el objeto absoluto de consumo, penetraba la trama íntima del sentido en dicho sistema de tal manera que los intereses económicos y políticos no podían tener un interés auténtico de su erradicación.
En esta perspectiva entonces, un drogadicto no hace más que constituirse en un consumidor paradigmático del sistema capitalista y en ese sentido, en un sujeto sobreadaptado. Ello se expresaría en este caso en la incorporación en el cuerpo de substancias, de algo que lo ligue de otra manera a la naturaleza, a la realidad cósmica en algunos caso o a sus posibilidades de producción ideacional o estados afectivos.
Aquí también aparece el costado del proyecto de muerte que sostiene al sistema, porque ese objeto que él provee a sus sujetos, al promoverlo como objeto total, los coloca en un punto límite entre la vida y la muerte.
En la vida de los drogadictos, ese límite está siempre presente y es parte de sus angustias existenciales, siempre ocultas bajo la posición omnipotente de la capacidad del control que supuestamente tienen para no transponer ese punto ominoso, que implica alguna forma de no retorno.
Un aspecto importante del problema recae en que ese control, es muy difícil en la perspectiva individual. A veces lo ejerce parcialmente e insuficientemente el grupo.
Al respecto es interesante analizar la manera en que esto se procesa en sociedades, sobre todo aborígenes en distintos puntos del mundo, o en grupos chamánicos o de hechiceros. En todos los casos existen innumerables mecanismos de control, situados en las teorías que sustenten esos usos, sean éstas explícitas o no, y sobre todo en las rigurosas condiciones rituales o de inclusión en disciplinas que tienen que ver ciertos objetivos. Cuestión clara en los procesos de enseñanza y de disciplina para alcanzar el "conocimiento", que implica autoconocimiento, autocontrol psicofísico, afectivo y de las relaciones sociales, que se dan en la relación entre quienes transmiten esa sabiduría (maestro, chamán, nahual, etc) y su discípulo.
Es necesario destacar que en cuanto a esto último, campean en general malentendidos derivados que las lecturas parciales y escindidas que se realizan de textos y otros materiales, que hacen creer que ciertos usos de drogas alucinógenas especialmente, son siempre necesarias, cuando aparece claro que no lo son para todos los casos. Eso depende de las características de cada sujeto y es profundamente evaluada por quien se hace responsable de ese proceso.
También es dado señalar la utilización por los afectados a la drogadicción, de argumentos extraídos del discurso antropológico o del psicoanálisis en sentido de que esa supuesta "necesidad" está instalada en el "inconsciente colectivo", porque se dá desde épocas inmemoriales, pero donde se ignoran las condiciones diferenciales y el costado de control social que se daban o que se dan en esas sociedades. Siendo por otro lado que la hipótesis de ese inconsciente constituye un tema no saldado, sobre todo en cuanto a la manera en que operaría a nivel de la estructura genética transmitida en la filogénesis.
Esa atribución de poder que asignan ciertas sociedades a algunos sujetos, no es tan diferente al poder que en las sociedades "civilizadas", se le asignan a los médicos.
En cualquier caso, las drogas naturales de las sociedades antiguas o las sintéticas de las nuestras pueden ser inocuas, remedios o veneno, según se las use.
Además, en este capítulo de la cuestión, podrían incluírse otras cuya producción y uso se sustenta en las necesidades empresariales y en los deseos de los consumidores como son por ejemplo el tabaco y el alcohol.
Enero 2000 Alberto Ascolani
(*) Materia de la Orientación Institucional de la Carrera de Comunicación Social. Facultad de Ciencia Política. UNR.
(1) Ascolani A.: Derivas... de la psicología al análisis institucional. Rosario. Ed. de la Sexta. 1996. 2da. Edición corregida y aumentada.
(2) Hinkelammert F.: Las armas ideológicas de la muerte. San José de Costa Rica. Ed.DEI.
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