10º Congreso Nacional de Psicología
Panel
Estado actual en psicología institucional
Alberto S.E.Ascolani
1. Palabras preliminares
Hace un tiempo, en un pasillo de la Facultad de Ciencia Política, nos encontramos con tres compañeros, dos de Ciencia Política y una de Trabajo Social. Ellos comenzaron a hablar de sus próximos viajes al extranjero por perfeccionamientos, maestrías y doctorados. Yo escuchaba. En algún momento, las miradas convergieron sobre mí. Yo les dije, «A mí no me miren porque yo soy sólo un pintor de aldea». Risas y continuidad de la conversación.
Unos meses después volví a encontrar a una de ellas, quien me dijo que sólo después había entendido lo que yo había dicho y que remitía al pensamiento: «Pinta tu aldea y pintarás el mundo».
Hoy quiero decir lo mismo, yo sólo puedo hablar algo sobre mi aldea y de algunas cosas que llegan desde el exterior, por lo que no sé si podré responder al tema en toda su amplitud.
En segundo lugar, he contado alrededor que 475, entre trabajos libres, temas de talleres y temas de paneles y conferencias. Me encontré con muchas propuestas muy interesantes. Yo agradezco mi inclusión y quisiera que lo que yo puedo plantear se tome como un aporte más.
En tercer lugar, debo confesar que en realidad hubiera preferido no hablar, sino abrir directamente un debate con ustedes. Pero me lo han encomendado y algo tengo que decir. De todos modos, me sentiría muy frustrado si no hubiera un diálogo.
Yo espero sinceramente escucharlos.
2. De la psicología al análisis institucional
Hace algunos años publiqué un libro que titulé: Derivas...de la Psicología al análisis institucional, adelantando la idea de que en mi caso esas derivas no habían terminado.
En efecto, habían sido derivas ocasionadas en buena parte por acontecimientos socio-históricos cambiantes que hubieron de incidir en posiciones teóricas y prácticas, como así también en la vida misma. Por otra parte, es necesario asignarle un lugar a los cambios que produjeron las experiencias de trabajo. Algunos de mis escritos intentaron ser una reflexión sobre ello: Funciones del psicólogo en instituciones educacionales, Psicología Institucional: sus conflictos y sus cambios, Reflexiones sobre lo institucional y más próximo, Hacia una clínica institucional.
Pero se trata de una tarea no saldada y ese pasaje de la Psicología al Análisis Institucional que algunos planteamos, conviene que sea explicitado porque hay aspectos en los que se trata más de reformulaciones que no cambian el espíritu de ciertos planteos.
La problemática de lo institucional, desde el principio de su instalación como tal, implicó un nuevo cuestionamiento en el seno del campo psi, como de las ciencias sociales en general.
Tomo el término «problemática», sin fidelidad a la definición de Althusser, como aquello que remite a las condiciones conceptuales y condiciones reales que permiten la formulación de determinados problemas en el proceso de desarrollo de una práctica. Dicho de esta manera implica una complejidad que hace difícil pensar en un acceso unilateral que pueda resultar operativo. Quizás por ello, desde el principio, a pesar de adoptar denominaciones con referencias disciplinarias o corporativas, incorporó aportes diversos. No nos olvidemos de recordar que Freud mismo, en Análisis Profano, propone un recorrido para la formación con recurrencias a diversos campos del saber. En esa trama compleja y en su devenir se pueden pensar continuidades y cambios.
Una referencia puntual nos puede ayudar a pensarlo. Fernando Ulloa, ya por mediados de los sesenta había planteado la necesidad de algún tipo de historización que tenía varias facetas. Una de ellas se refería a la presencia en las instituciones del «objeto histórico enquistado». Hoy esa noción puede resultar insuficiente y podríamos plantear en ese caso el efecto de un «fantasma de grupo» o de un «mito fundante».
Decimos cosas distintas y sin embargo, lo efectos de la operación con una u otra de esas ideas puede no serlo tanto.
Por otro lado, dicho autor utilizaba algunas categorías del psicoanálisis kleiniano, como las nociones de ansiedades confusionales, esquizoparanoides y depresivas, pero a su vez incorporaba una descriptiva con referencias a la teoría del campo, al interaccionismo y a la teoría de la comunicación.
En el caso de Ulloa, como tantos otros, como diría Lacan de Balint, conceptos insuficientes no les impidieron trabajar bien. Ello quizás fue debido a su disposición abierta hacia la constitución de lo que hoy nosotroas denominamos «agenciamientos».
Por lo tanto, podemos concluir que se han dado innovaciones pero a su vez se dan continuidades y también que aquella psicología institucional implicaba ya que la psicología era necesaria, pero no suficiente para enfrentar esta problemática.
Por otro lado, el énfasis en otros aportes, que han pasado por las propuestas inter y multidisciplinarias, llegan a las propuestas transdisciplinarias que introducen una inflexión importante en esta reflexión.
3. La fuerza del devenir histórico.
Ahora bien, en relación con lo que ha venido cambiando y lo que no cambia creo que es necesario reflexionar sobre la incidencia de los procesos sociohistóricos en esta problemática, dado que pone en evidencia una lucha, a veces cruel, entre lo que permanece y lo que promueve el cambio.
Lo que permanece sin cambios es mucho más de lo que normalmente se piensa y remite a lo que he denominado «los mitos fundantes» y que he tomado con cierta extensión en el libro «La novela de Occidente», al cual me remito.
Pero acotando la cuestión interesa pensar el proceso de producción que se dio en la década que va de mediados de los sesenta a mediados de los setenta, en que a los primeros planteos sobre la psicología institucional, siguió la introducción de la crítica teórico-epistemológica, ideológica y política que dio lugar al trabajo con tesis que produjeron corrimientos importantes en la reflexión y el trabajo de muchos de nosotros. Hablamos especialmente de los aportes de Lapassade, Lourau, Deleuze y Guattari. Cuando estos replanteos se estaban iniciando, vino una década de dificultades y en casos de detenimiento total, como fue el de muchos de nosotros.
Para quienes pudieron seguir trabajando fue necesario atemperar y aún modificar planteos. Quizás sea el caso de Ricardo Malfé, quien luego del primer período, más cercano a los planteos de Ulloa y Bleger, realiza una importante apertura como la que aparece en el artículo publicado en el N° 4 de la Revista Argentina de Psicología, titulado «Consideraciones críticas sobre aspectos ideológicos y técnicos de la práctica psicoanalítica habitual», en la que introduce una crítica que incluye elementos del materialismo histórico y de la lingüística. A posteriori lo reformula como «Psicología Institucional Psicoanalítica», en la que, a nuestro gusto, se opera una retracción teórica, aún sin negar la riqueza que siempre ha tenido la producción de este autor. Quizás fuese un problema de autoconservación, porque en aquella difícil coyuntura, en realidad el psicoanálisis era lo menos peligroso.
También lo hemos planteado con la cuestión de Lacán, quien ingresa de la mano de Althusser, desde la crítica integrada al proceso histórico-político y luego sigue siendo leído sin esa crítica y con recurrencias filosóficas cada vez más antiguas y ambiguas.
Retomando lo que planteo en «La novela de occidente», en un sentido más amplio, puede decirse que la represión, hizo que tomaran alas las posturas más profesionalistas, cerradas al nivel de lo político, representadas sobre todo por sectores que comenzaron a autocalificarse como «organizacionalistas» o quienes reafirmaron su orientación psicoanalítica ya totalmente "descontaminada". En este sentido es necesario diferenciar «lo político» de «la política», que en estas críticas se confundían.
Represión, Dictadura Cívico-militar (Proceso), desencanto posmoderno, reconversión capitalista, pragmatismo político-ideológico, precarizaciones, yupismo, entre otros, configuraron este terreno propicio a profesionalismos eficientistas.
Y hubo otros corrimientos. Los profesionalistas que no aceptaron a sus colegas «políticos», pero sí a políticos bienpensantes y se esmeraron en el aprendizaje de las modernas formas del marketing para ofrecer sus productos, los más lúcidos comenzaron a observar como en un rápido caleidoscopio, las deformaciones, confusiones, conjugaciones, promiscuidades entre esos políticos bienpensantes y los sectores empresariales a quienes se ofrecían los servicios.
La corrupción comenzó a acercarse al centro de las miradas y entonces esas posiciones ya no pudieron descalificar tan graciosamente a aquellos colegas calificados de demasiado políticos. Tuvieron que aceptar que la política, que siempre había atravezado aún las relaciones profesionales más acépticas, se mostraba en toda su obsenidad en esta versión vernácula.
Pero tampoco podían volver a aquellas concepciones de integración entre el nivel de lo político y lo teórico-operativo. He aquí que surge entonces un fenómeno interesante: los planteos sobre la ética, moral, doble moral de las instituciones, que implica un lugar, todavía ambiguo, en el cual algunos profesionales ya no se sienten políticos pero tampoco tan profesionalistas-pragmáticos, sino que se ubican en una cierta distancia apartir de esta nueva o renovada frontera, ese más allá que significa «la Etica».
Pero eso que la funda está por dilucidarse porque no se abrió aún un debate suficiente sobre sus determinaciones ideológicas, filosóficas, científicas, o aún místicas. Dilucidación nada sencilla en estos momentos en que las diversas facetas de la conmoción contemporánea produce día a día corrimientos inéditos: psicoanalistas que defendían a capa y espada, o a golpes de significante, falo, Otro, deseo del analista...sus lugares en diversas torres de cristal que de pronto las rompen y salen a respirar las impurezas del exterior, sistémicos muy organizados tocados por la vara mágica del «caos», repiensan la tranferencia y otros planteos psicoanalíticos, materialistas volcados a la psicología transpersonal con sus transmigraciones de almas y sus vidas anteriores, conductistas tornados holistas, descreídos en carismáticos...y así podríamos seguir.
En el transcurso de estos devenires, complejos y a menudo confusos en cuanto a los puntos de nuestro interés, se pueden diferenciar entonces, sólo como una aproximación, posiciones con mayor grado de cierre, profesionalistas, disciplinarias, que continúan las tendencias marcadas por el espíritu de la modernidad en la producción de espacios escindidos. Dividir para reinar, según dice aquel antiguo pensamiento.
En estos casos, los regímenes de visibilidad y decibilidad, quedan encerrados en los límites disciplinarios. Creo que ello produce un efecto compartimentador de un orden similar al burocrático: yo entiendo de este sector y lo que está más allá tiene que verlo en otra oficina y así sucesivamente. Interesante mecanismo de represión que opera principalmente por desplazamiento.
Este efecto burocratizante se da cuando el objetivo es el trabajo con la «relación del sujeto al goce» o cuando se trabaja con la «disfunciones de la organización», para tomar sólo dos puntos virtuales de una escala extensa.
Pero bien, en cuando a estas diferencias, creo que la esencial es aquella que separa el asesoramiento, la receta, la bajada del saber de quien sabe qué Olimpo, sin análisis, de aquella acción que por otro lado implica una posición de análisis.
Análisis como la disposición a poner todo en cuestión, a tratar de percibir y reflexionar con lo que viene, más acá o más allá de los corsets encerrantes, sean estos disciplinarios o nó.
Esta posición remite al enfoque clínico. Y aquí se hace necesario explicitar en qué sentido lo planteamos.
En primer lugar intentar aventar una confusión bastante generalizada, que incluso se halla asentada en la misma estructura formativo, como ocurre en la Carrera de Psicología de la UNR y es la identificación de clínica con el campo de la salud.
Tomamos clínica no como lo que deviene de esa escena original del médico al lado de la cama (clinos) del enfermo, sino clínica como «cura» en el sentido de «cuidado por el otro», por su salud o por cualquier otra cosa que tenga que ver con sus necesidades y sus deseos.
En segundo lugar, clínica como acceso a la singularidad del otro.
Sus herramientas son agenciamientos o disposiciones que implican tranversalidad y el objetivo de constitución de agenciamientos colectivos de subjetivación-enunciación.
Las categorías conceptuales que utilizamos están próximas a las del esquizoanálisis en tanto se trata de la propuesta que a nuestro entender toma en su mayor amplitud y profundidad el análisis crítico del sistema social, de la generación de instituciones y de la producción de sujetos por un lado y una crítica lúcida a las ciencias sociales, incluído el psicoanálisis en algunas de sus vertientes cuestionables.
En fin, creo que estas reflexiones quizás deberían incluir también qué es lo que aparece hoy en las instituciones. Ahí también podría hablarse de un estado actual de los problemas.
Más allá de la necesidad de análisis remitidos a problemas genéricos, de cumplimiento o no de objetivos institucionales, dominantes en otras coyunturas, hoy aparece el sujeto, usuario o miembro en ese lugar de la conciencia del dolor existencial en relación con la institución. Es el tema tan escuchado del dolor y el sufrimiento en las instituciones.
En ese sentido, quiero señalar sólo un aspecto de los problemas que hemos observado se presentan en trabajo del análisis y que remiten a determinaciones teóricas pero también a determinantes socio-históricos y culturales.
En el inicio del análisis, siempre aparece algo como problema y los dificultades e imposibilidades para enfrentarlo. Cuando se trata del malestar y el sufrimiento en la institución, ese lado se potencia.
A menudo, los analistas caen en una encerrona producida por la escucha y aún el intento de operación con y desde esas dificultades e imposibilidades, más allá de lo necesario y conveniente. Esto puede indicar una posición de saber-poder que dice: «háblenme de lo que no pueden que yo, que sí puedo, los voy a ayudar a poder. Frecuentemente esta posición se articula con aquella que tiene como referencia central la falta, la carencia y la supuesta constitución del sujeto en el sufrimiento consecuente. Posición ideológica que queda por debatir.
En esos casos, el trabajo se paraliza en la mayoría de las veces.
¿Qué hacer entonces? Quizás tomar nota de esos problemas y imposibilidades y pasar a analizar lo que la institución, los estamentos, los miembros efectivamente hacer y producen. Los lugares de gratificación y de autonomía en tanto sujetos.
Luego volver a los problemas, pero en ese momento, ya no será el problema y la imposibilidad frente a un vacío, sino en relación a lo que se hace, se puede y se goza.
En cuanto al vacío, quizás en realidad escuchemos que es la imposibilidad frente a la carencia, pero... como diría Deleuze, curiosa confusión es la de tomar el vacío como carencia.
Pero ya eso es otra historia....
Rosario, octubre 26 del año 2000
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